El periodismo, especialmente los telediarios, algunos
científicos, que no dan su brazo a torcer por aquello de sostenerla y no
enmendarla, y la gente, que se lo cree todo, son los responsables de una
especie de fiebre catastrofista basada en las consecuencias del cambio
climático. Además, el “gas de la vida”, es decir el dióxido de carbono, paga el
pato de ese contubernio mundial y se le hace aparecer, injustamente, como ese personaje odiado de drama cinematográfico,
cuando el verdaderamente malvado para el efecto invernadero es el vapor de agua
de la atmósfera.
Estas ideas no son mías. Las expresó Manuel Toharia en una obra titulada “El libro del tiempo”. En esta obra he podido descubrir escandalizado la
cruzada que ha emprendido contra la alarma mundial ante las consecuencias del
cambio de temperatura global. Conozco personas que no han podido terminar
semejante volumen, engordado a base de repetir ideas y referencias sin
ningún interés; pero me he tomado la molestia de terminarlo para poder opinar
con propiedad. Y la verdad es que he ido de escándalo en escándalo y no
comprendo cómo se puede editar una obra así. No basta con ser famoso gracias a
la aparición en televisión para dar por válida una obra en la que fondo y forma
denotan poca calidad y a la que le sobran muchas páginas y muestra un enfoque muy
equivocado de lo que debe ser un libro que aspira a la divulgación científica.
Me han escandalizado las referencias a figuras históricas
del pronóstico del tiempo en televisión con alabanzas tan rancias como la de
ser “padre de familia”, lo que hará las
delicias de tanto ciudadano conservador y machista como vemos hoy día, y otras
referencias positivas de dudosa verosimilitud según lo que podíamos ver en la
pequeña pantalla; mientras que otros reciben la crítica del autor porque se
tomaban las cosas con humor y se afeitaban el bigote. Triste.
Escándalo e indignación me han producido las referencias a
organizaciones no gubernamentales a las que salva, pocas, dos, mencionándolas
por su nombre, Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras, que no tienen que ver con el
clima ni con el tiempo; pero a otras, las ecologistas, que no tiene la valentía
de nombrar, las relaciona con el extremismo
político, de izquierdas, claro. Reparos para mencionarlas por su nombre
que no los tiene con Rajoy, al que saca a relucir por aquella historia en que
su primo le dijo que el cambio climático no era para tanto. Primo que, según
Toharia, es un físico excepcional. Este sí le gusta. ¿Nos vamos dando cuenta de
la divulgación científica que ofrece la “obrita”?
Tampoco quedan muy bien los editores, pues han permitido la
publicación del libro, seguramente por el esfuerzo que suponía que alguien lo
leyera previamente, sin eliminar una muletilla, “claro”, permanente, frecuentísima,
molesta como hambrientas moscas de montaña, que ya queda mal en una charla y
por escrito es mortificante; dando idea de que ni el autor ha releído lo que le
iba saliendo del magín. Pero es que el estilo tampoco hay por donde cogerlo
porque resulta de una simpleza insultante para el lector. Hay que imaginarse
que para conseguir más apoyo emocional a sus tesis utiliza metáforas en las que
ridiculiza el papel que comúnmente se le atribuye al dióxido de carbono en el calentamiento global. Así,
el autor insiste en plan irónico, pero desafortunado, en que se considera a
dicho componente atmosférico el malo de la película, sometido a inquisición, condenado sin
juicio justo, el patito feo, cabeza de turco y otras ideas por el estilo.
Así que, tranquilos. Toharia dice en su libro, que no es para
tanto, que el tiempo es cambiante, que el clima ha variado desde que existe,
que no pasa nada si tenemos menos agua en la península Ibérica porque nos
adaptaremos, que una cosa es el hambre en el mundo y otra el cambio climático,
que si aumenta la temperatura global puede que llueva más y que si aumenta el
nivel de los mares, total, todos los días suben y bajan con las mareas y no se
hunde el mundo.
No le quiero quitar méritos al divulgador científico que es
el autor del libro, por eso creo que lo mejor es que siga en un
museo.
El libro del tiempo está editado por Crítica, colección Drakontos, en 2013.
Embalse de Requejada. Palencia. España. Verano 2017 |