El ágora de 13 Rue de l'Ancienne Comédie:

El ágora de 13 Rue de l'Ancienne Comédie: Viendo la vida pasar
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jueves, 20 de mayo de 2010

Hablando de París (6): Chocolate, chocolat chaud, alimento de dioses. Speaking of Paris: food of gods.


Para los amantes del chocolate, París es un santuario. Las tiendas dedicadas exclusivamente a este manjar son abundantes y, normalmente, puestas con un gusto tan exquisito como el producto que venden. En realidad son auténticos museos y, aunque no se pretenda comprar porque los precios son de susto, merece la pena visitar estos establecimientos. ¡Pobre del parisino adicto al chocolate! Se dejará una buena parte de sus ingresos en este producto del cacao (Theobroma cacao L.). Curioso nombre científico, Theobroma, alimento de dioses.
Todo tipo de chocolates vendidos al peso, incluso por gramos, como si de tratase de pepitas de oro podemos encontrar en las chocolaterías al mismo tiempo que libros, utensilios, maracas o mazorcas del árbol del cacao y las semillas que éstas contienen.





Si se quiere hacer un buen regalo, para alguien que lo sepa apreciar, no cabe duda de que obsequiar con chocolate de París será una buena elección y como se puede comprar al peso lo podremos ajustar a nuestro presupuesto.

Otra forma de tomar el chocolate en París es el "chocolat chaud", es decir chocolate a la taza. Ni que decir tiene que para entrar en calor en el crudo invierno de la capital de Francia, una taza de chocolate caliente es lo mejor. Este chocolate caliente que se toma en París no es tan espeso como el que se toma en las famosas chocolaterías de Madrid pero es francamente bueno. El "chocolat chaud" tiene muchos fans, incluso posee una página oficial en facebook con más de 100 000 personas que la siguen.
Tomarse un "chocolat chaud", en el largo invierno de París, sentado a la mesa de uno de los cafés acristalados, o al aire libre pero con calefacción, del Boulevard Saint-Germain, viendo pasar el ajetreo de los parisinos, es un auténtico placer.

No en el Boulevard Saint-Germain sino en una cafetería cercana a los Campos de Marte nos pudo salir caro, literalmente, el "chocolat chaud". Quizá porque en París suelo llevar un sombrero así como un tanto yankee y porque además llevábamos indumentaria con algún rótulo que podía hacer pensar que éramos ciudadanos del otro lado del charco, o hasta australianos, el orondo empleado que atendía las mesas debió pensar que no dominábamos muy bien el valor de los euros o que, a esas horas de la noche, no distinguiríamos un gato negro de un gato pardo. Y eso, nos quiso dar minino por liebre. Nos tomanos unas tazas de "chocolat chaud", le pedimos la cuenta. No llegaba a 10 euros y le largué un billete de 50 que enseguida guardó en uno de los bolsillos. En el otro bolsillo tenía la calderilla. Se tomó su tiempo mientras rebuscaba las monedas, como esperando a que nos distrajéramos, aunque yo no le quitaba ojo. Por fin deja sobre la mesa unas cuantas monedas y se retira aceleradamente. Como yo estaba al tanto, vi enseguida que me había dejado el cambio de ¡10 euros!. Bueno...antes de que se hubiera retirado unos metros, saltamos como resortes gritando ¡Eeeehhh!, ¡Eeeeeehh!. Fue tan rápida nuestra reacción y tan convincente que no hubo que decir ni discutir nada más. "Disculpe, disculpe", nos dijo en italiano. Quizá dedujo por nuestras voces que latinos éramos. A continuación dejó el cambio correcto sobre la mesa. ¡Cómo sabía el tío lo que pasaba!. Debió pensar, "estos italianos" me montan aquí el numerito. No somos italianos, estuvo cerca. Pero sí, se la hubiéramos montado.
Por muy rico que esté el "chocolat chaud" no es para dejarse 50 euros en cuatro tazas. Y es que hay que estar al tanto porque pícaros y malandrines hay en todas partes, hasta en París.

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